Uno de los muchos carteles de huelga
Desde que vivimos en una democracia, el récord estaba en dos huelgas generales de 24 horas por legislatura: en la IX legislatura (2008-2011), el PSOE de Zapatero inspiró el 29-S y el 27-E). Pero el gobierno de Rajoy, a pesar de intentar hacernos creer que España ya empieza a ir mejor, que ya no estamos tan mal, ha sido el único capaz de conseguir que se convoquen dos huelgas generales de 24 horas… ¡en un año! Ni siquiera un año: desde el 29 de marzo hasta mañana, 14 de noviembre, son ocho meses y medio (día arriba, día abajo). Tiene un mérito macabro.
Se defienden diciendo que se trata de una huelga política. Que debería estar prohibido el derecho a la huelga. No quieren darse cuenta de que los derechos que ha costado tantos años conseguir nos los están quitando de un plumazo, y que por eso protestamos. Para un derecho que conservamos (de momento), tendremos que utilizarlo.
Dentro de una semana se cumple un año de la llegada al poder del Partido Popular, y ya nos han dejado sin educación accesible a cualquiera (que se lo digan a los pobres universitarios que no pueden seguir estudiando, a los que han subido las tasas un 25% y a los que han quitado las becas). Tampoco podemos ponernos malos (la sanidad cada vez va peor, con tanto recorte, tanta privatización y tantos medicamentos que ya no entran en la Seguridad Social).
De momento lo que sí podemos, aunque quién sabe por cuánto tiempo (sólo los diputados lo saben) es reclamar justicia (si se aprueban las tasas judiciales, recurrir algunas multas costará más que pagarlas). Lo más irónico, y lo que me ha arrancado una carcajada mientras veía el informativo, es que según el señor Gallardón «esto, por lo que antes no teníamos que pagar, es para garantizar una justicia gratuita». Por favor, señor Ministro, explíquemelo, porque como chiste me parece muy gracioso, pero si habla en serio no me salen las cuentas. Sé que las matemáticas y yo nunca nos hemos llevado muy bien, pero los números y mi madre sí se llevan bien y ella tampoco le encuentra el sentido: si pagas por algo, ya no es gratuito.
Criticaban «al de la ceja», a Zapatero. Sí, a mí tampoco me caía bien. Pero hay que admitir que al final de su legislatura no llegábamos a los cuatro millones y medio de parados. Y ya nos parecía una salvajada. No sé si se dan cuenta, pero gracias a la reforma laboral, al despido barato y a todas esas cosas que, según ellos crearían empleo, ahora la empresa más grande de España ya cuenta con casi 5.000.000 de (des)empleados y subiendo. ¿No se dan cuenta de que debe haber algo que no están haciendo bien?
(Editado)
¿Para qué sirve la utopía? 
¿Alguien ha visto alguna vez una huelga que no sea política?
Pues parece que para querer ser usted periodista, ha rellenado su artículo de desinformación, falacias y mucha, mucha demagogia… Por lo que no le auguro mal futuro en el gremio, desgraciadamente… Le tengo que decir también que, después de seguirla en redes sociales, representa usted a la perfección el paradigma del ciudadano consentido: aquel que se queja por todo sin ofrecer nada a cambio (sí, nada más que sus quejas y su mal rollo). Igual ha llegado el momento de dejar de quejarse de lo malo que es el mundo y a hacer algo por su futuro (algo más que quejarse, que ya hemos comprobado todos que se la da muy bien.) Ale, cuando deje usted de lamerse las heridas, quizá llegará la hora de comenzar a enfrentarse al mundo. Lo de quejadora oficial se le ha dado muy bien, le deseo igual de suerte y éxito en el próximo paso.
Un saludo
Si no le gustan mis quejas, ya sabe dónde tiene el botón cerrar (si no lo sabe, yo se lo explico: es ese botón rojo con una X arriba a la derecha de la ventana, o a la izquierda si tiene el privilegio de tener un Mac). Escribo para desahogarme, igual que otros se dedican a romper cosas por el mismo motivo, y a quien le interese leerme, será bienvenido, a quien no, adiós muy buenas. Yo no obligo a nadie.
PD: Por cierto, original el pseudónimo con que firma sus opiniones, pero me gustaría que en siguientes ocasiones se identificara… por ponerle cara y esas cosas.